domingo, 17 de mayo de 2009

Consideraciones sobre el objeto droga

Por Elizabeth Buitrón Romero
Psicoanalista.

Una consecuencia de la pérdida de perspectivas éticas en la sociedad actual es la formación y crecimiento de una “industria” dedicada a la producción de drogas. Su producción se dirige a un mercado que no hace diferencias en cuanto a edad, sexo, posición social o nivel educativo.
Las estadísticas muestran un aumento en varias direcciones:

v La población que consume drogas va en aumento año con año, este conjunto de la población está formada, en su mayoría, por jóvenes que oscilan entre los 13 y 19 años.
v El promedio de edad para iniciarse en el consumo se ha recorrido peligrosamente, alcanzando sectores de la población que hace años estaba ajeno a su uso.
v Estos datos hacen suponer que este problema en crecimiento, aún no alcanzado su máximo grado de desarrollo y por lo tanto está lejos de iniciar su decrecimiento.

Las drogas pueden ser definidas como toda sustancia, que puede ser medicinal o no, que se introduce en el organismo por vía oral, endovenosa, intramuscular, espiratoria, epidérmica y que actúa sobre el sistema nervioso central causando efectos físicos, emocionales, sensoriales o del intelecto. A cada droga le corresponde una o varias rutas de acceso al organismo.
Por su perfil de acción farmacológica, la droga, posee la capacidad de generar una adicción. Una vez introducida en el organismo pone en circulación los efectos que produce, la ausencia y la presencia del objeto anhelado. Cuando desparecen los efectos que la droga genera , el sujeto empieza a sufrir los estragos físicos y subjetivos, más adelante aparece la urgencia de calmar lo que la ausencia exige.
La idea de que la ingesta de drogas es ocasionada por la problemática social, de pobreza o emocional está bastante difundida. Los hechos muestran que esta idea es bastante pobre; el objeto droga no distingue posición social, edad, sexo, escolaridad. Un problema que visto por el costado social presenta múltiples aristas. Generalizar sobre esta problemática ayuda a tener un panorama amplio de lo que esta alrededor de las drogas, que son y cómo actúan en el organismo.
Cualquiera que sea la razón para ingerir alguna droga podemos aventurarnos a decir que la razón más general es la evasión: una puerta a un estado de sufrimiento aún más grande.
La persona es confrontada con un hecho paradójico: la adicción produce la sensación de estar atrapado, con el agravante que no es un problema el que se tiene, sino muchos más generados por la adicción.
Uno de los efectos ampliamente conocidos y de los que se hace caso omiso es el desarrollo de la tolerancia; crea la ilusión en el consumidor de tener el control sobre la droga cuando solo se trata de la disminución de los síntomas producidos por la intoxicación.
Este es uno de los momentos decisivos, un punto de salida o una puerta de entrada, donde muchos, creyendo tener el control, donde sólo hay tolerancia, empiezan a aumentar la dosis para producir los efectos de éxtasis, excitación o calma que la tolerancia desvanece.
La pérdida de control es inducida por la urgencia de la ingesta que se genera en el organismo y por la provocación subjetiva del recuerdo de los estados producidos. A este efecto se le conoce en el argot como craving, en el cual la intensidad y violencia del anhelo por conseguir los estados experimentados durante los “viajes” son irreprimibles. Esta urgencia vuelve vulnerable al individuo, consumiéndolo, mientras se engaña creyendo que el él quien consume. Cuando la voluntad ha sido arrebatada ya no es mas su voluntad, es la droga quien le demanda que vaya a su encuentro.
La droga es una compañera que se cobra muy caro los viajes que proporciona. La abstinencia produce un síndrome: ansiedad intensa, alucinaciones, dolorosos espasmos, fiebre, sofocones de calor y frío y, también se acrecienta la urgencia de una nueva dosis.
La salida es difícil pero es posible si se cuenta con los apoyos necesarios y la compañía durante el tiempo que dure la travesía. Ofrecer varios puntos de apoyo, en los que se pueda sostener mientras el objeto que se intenta abandonar lo reclama.
Salir de la adicción requiere una buena inversión de tiempo, un tiempo lógico que es distinto para cada uno, un tiempo subjetivo que permita al sujeto encontrar un objeto nuevo que organice su deseo y lo oriente hacia otros horizontes.
Los que sufren una adicción suelen llegar al consultorio del médico, del psicólogo, del psicoanalista o del psiquiatra, en momentos de crisis en los que todo está en juego. La crisis es un tiempo lógico en el que todo puede empeorar y al mismo tiempo es el momento crucial para que las cosas puedan virar hacia una oportunidad.
Un tiempo decisivo, en el que la persona apuesta todo lo que tiene al tratamiento, cualquiera que este sea, buscando algo que le permita sostener una esperanza.


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